Monday, November 7, 2016

Carta a los obispos de la Conferencia de Religiosas y Religiosos de Honduras

Carta: Para los obispos de la Conferencia Episcopal de Honduras. De: las hermanas y hermanos participantes de la asamblea anual de la CONFEREH.

“Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, 
porque Dios los saciará” Mt 5, 6.

Nosotras hermanas y hermanos de la Vida Consagrada que nos encontramos reunidos en la Asamblea del 18 al 21 de octubre de 2016 en Tres Rosas Valle de Ángeles, Tegucigalpa; queremos expresar una palabra solidaria y comprometida desde nuestro ser discípulas y discípulos de Jesús en esta casa común de Honduras.

Hermanos Obispos, unidos con el sentir que ustedes expresaron en el escrito que recientemente presentaron al pueblo de Dios sobre las problemáticas y desafíos que se dan en el país. Queremos expresar algunos aspectos que nos preocupa de esta realidad:
1.     La privatización de los bienes públicos y del Estado, como el agua y la energía eléctrica; así como los conflictos que ha generado los puestos de peaje en el norte del país.
2.     La ola de asesinatos de jóvenes en los barrios que viven en la periferia de nuestras ciudades y las comunidades rurales.
3.     La migración masiva de la niñez, juventud y mujeres madres que huyen de la violencia y del empobrecimiento de los hogares.
4.     Los asesinatos en aumento de los defensores y defensoras de derechos humanos y ambientales. “Entre 2002 y 2014, 111 defensores y defensoras de los derechos humanos fueron asesinados como castigo por su trabajo: 12 de ellos únicamente en 2014 y 8  en 2015.
El 2 de marzo 2016 fue asesinada Berta Cáceres. En el 2013 fue asesinado Tomas García, y en marzo 2016 fue asesinado Nelson García. En  La Paz, durante 2015, fueron asesinados al menos 3 indígenas Vinculados a la lucha contra las represas. El 27 de agosto del 2014 mataron a tiros, a la  dirigente campesina Margarita Murillo” (GLOBAL WITNESS, 2016).
Conocemos con dolor, que el 19 de octubre se dio el asesinato de José Ángel Flores presidente del MUCA, en el bajo Aguan, junto con Silmer Dionisio George, ambos tenían medidas cautelares otorgadas por la CDIH.
5.     Preocupa que en algunas parroquias de las diócesis se está marginando y excluyendo a agentes de pastoral de la participación eclesial, por estar comprometidos con organizaciones de defensa de derechos humanos y ambientales, especialmente en los pueblos indígenas.

 Ante esta realidad de muerte organizada y sistemática hacia los defensores y defensoras de los bienes naturales y los derechos humanos de las comunidades campesinas e indígenas; donde los conflictos son generados por los empresarios mineros y de hidroeléctricas, con las comunidades y líderes que defienden los bienes naturales, el patrimonio cultural y comunitario. Queremos renovar nuestro compromiso de discípulas y discípulos de Jesús desde nuestros carismas fundacionales, en comunión con el pastoreo que ustedes desarrollan en las diferentes diócesis del país.

Dejándonos llevar por el Espíritu Santo, proponemos:
1.        Salir de nuestro capillismo congregacional y parroquial para el encuentro con los pueblos empobrecidos y excluidos que están a la puerta de nuestra casa y templos.
2.        Estar abiertos al diálogo y al compromiso solidario en acciones y procesos con los diferentes grupos organizados que buscan defender y cuidar los bienes naturales.
3.        Denunciar las acciones corruptas de los servidores del Estado que favorecen a las empresas extractivas, sin realizar las consultas previas y de buena fe en las comunidades, junto con estudios amañados de impacto ambiental. Como la privatización del agua en los municipios.
4.        Denunciar las acciones violentas y criminalización que realizan los empresarios de la minería e hidroeléctricas, y mono cultivos, hacia las comunidades campesinas e indígenas.
5.        Denunciar a las autoridades policiales y militares que violan los derechos humanos en las comunidades y con sus líderes.
6.        Establecer redes intercongregacionales en las diócesis, en procesos pastorales a favor de la justicia y rescate de las situaciones de violencia sistemática.
7.        Promover y exigir a los medios de comunicación católicos la difusión de las denuncias y los compromisos solidarios en estas causas evangélicas de la defensa  y cuido de los bienes naturales, biodiversidad y territorios comunitarios; principalmente en defender a las y los líderes defensores de las comunidades.
8.        Apoyar como Iglesia las denuncias y procesos formativos del Equipo de Reflexión e investigación y comunicación, SJ (ERIC); que están realizando actualmente ante las injusticias y corrupción que se dan en el país.

Finalizamos haciendo votos de seguir caminando en comunión y sirviendo al pueblo que camina en nuestro territorio, junto con toda la creación regalada por Dios. Citamos las palabras inspiradoras del papa Francisco, en la bula de la misericordia:

“No será inútil en este contexto recordar la relación existente entre justicia y misericordia. No son dos momentos contrastantes entre sí, sino dos dimensiones de una única realidad que se desarrolla progresivamente hasta alcanzar su ápice en la plenitud del amor. La justicia es un concepto fundamental para la sociedad civil cuando, normalmente, se hace referencia a un orden jurídico a través del cual se aplica la ley” (#20).

Unidos en Cristo, la Conferencia de religiosas y religiosos de Honduras
Las Tres Rosas, Valle de Ángeles; 20 de octubre de 2016

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Saturday, October 15, 2016

Carta de la Conferencia Episcopal de Honduras

Mensaje de la Conferencia Episcopal de Honduras al pueblo de Dios
A los responsables políticos, a los partidos, a cada uno de los elegidos para representar la soberanía del pueblo les pedimos que se dediquen con más fuerza a conocer mejor la realidad de nuestra Honduras.

Superar tensiones y enfrentamientos piden obispos

CLAUSURA DEL JUBILEO DE LA MISERICORDIA

(Mensaje de la Conferencia Episcopal de Honduras al pueblo de Dios)

Nosotros, Obispos de la Iglesia Católica de Honduras, reunidos en la última Asamblea Ordinaria del año, hemos revisado lo vivido en cada Diócesis durante los últimos meses y hemos decidido compartir con todo el pueblo santo de Dios que camina en Honduras algunas de nuestras reflexiones.

Cuando estamos ya cerca de la Fiesta de Cristo Rey y, por tanto, de la conclusión del Jubileo de la Misericordia, hacemos nuestras las indicaciones expresadas por el Papa Francisco en la Bula de convocatoria de este año de gracia.

“El Año jubilar se concluirá en la solemnidad litúrgica de Jesucristo Rey del Universo, el 20 de noviembre de 2016. En ese día, cerrando la Puerta Santa, tendremos ante todo:
1.- Sentimientos de gratitud y de reconocimiento hacia la Santísima Trinidad por habernos concedido un tiempo extraordinario de gracia.
2.- Encomendaremos la vida de la Iglesia, la humanidad entera y el inmenso cosmos al Señorío de Cristo, esperando que derrame su misericordia como el rocío de la mañana para
3.- una fecunda historia, todavía por construir con el compromiso de todos en el próximo futuro...
4.- para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios. A todos, creyentes y lejanos, pueda llegar el bálsamo de la misericordia como signo del Reino de Dios que está ya presente en medio de nosotros”, (MV 5).

En cada una de nuestras Diócesis, parroquias, comunidades tendremos celebraciones especiales para hacer memoria de lo vivido y expresar nuestra acción de gracias. Cada una de las comisiones pastorales nacionales, diocesanas y parroquiales continuará y completará la revisión iniciada en la Asamblea Nacional de Pastoral en torno a esta especial contemplación de la misericordia y asumirá las indicaciones que se derivan para su tarea. Igualmente los diversos consejos y estructuras de comunión y participación de las Diócesis y parroquias deberán realizar esa memoria agradecida que oriente el compromiso para el futuro.

Damos gracias a Dios porque nos ha dado la ocasión de recordar que “la misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia” y que “la primera verdad de la Iglesia es el amor de Cristo”, (Cfr. MV 10.12). Damos gracias a Dios porque misericordiosamente acompaña nuestro camino y perdona nuestras infidelidades y nuestros miedos a salir y a comprometernos en un testimonio más coherente del cariño de Dios que a todos llama, perdona y pone en pie.

Reconocemos que la bondad y la ternura de Dios abren caminos para una fecunda historia y, por ello, consideramos que hemos de cuidar más nuestras actitudes y destrezas de acogida, de escucha, de perdón. Al decir nuestras, nos referimos a las de cada uno de nosotros Obispos en nuestra tarea episcopal y, también, a las de los presbíteros y las de toda la comunidad cristiana bajo nuestra guía.

Queremos revisar los tiempos, los lugares, las modalidades de acogida y acompañamiento personal que dedicamos en nuestra acción pastoral y nos comprometemos a dedicar más tiempo a escuchar, especialmente a los que viven en las más contradictorias periferias existenciales. Para hacernos cercanos a nuestros hermanos necesitaremos vencer tentaciones burocratizadoras y salir a la calle.

Gracias a las peregrinaciones que nos han llevado hacia las puertas de la misericordia en cada una de nuestra Diócesis, hemos salido más a la calle. Lo hemos hecho en este año, décimo aniversario de nuestra Carta PastoralPor los caminos de la Esperanza”. Releemos lo que escribimos y constatamos, en la calle, con dolor que los retos y tareas señaladas siguen ahí y que sigue, también, el sufrimiento de la mayoría del pueblo. Pero el haber ahondado en la experiencia de la misericordia entrañable de Dios, de su amor incondicional por cada uno, nos compromete a seguir abriendo caminos para el Reino de Dios y para que la tierra goce porque Dios reina (Sal 97/96).

La Carta PastoralPor los caminos de la Esperanza” la dirigimos hace 10 años especialmente “a los gobernantes, a los partidos, a todos los miembros de la sociedad civil”. Han pasado diez años difíciles, en los que hemos vivido tensiones y enfrentamientos que más que ayudado nos han alejado de afrontar las tareas que nos lleven a una sociedad más justa. En estos años, como Iglesia nos hemos visto desconcertados y reconocemos no haber sabido ser en medio de gobernantes, partidos y miembros de la sociedad civil un instrumento de paz, de concordia y un estímulo para la renovación de una convivencia justa, sin excluidos ni marginados. Pedimos perdón. Perdón especialmente a los que sufren las consecuencias de nuestros miedos, de nuestra impotencia o de nuestra indiferencia y posible egoísmo.

Nos animan mucho las palabras del Papa Francisco: “el perdón es una fuerza que resucita a una vida nueva e infunde el valor para mirar el futuro con esperanza”, (MV 10). Nos sabemos perdonados por el Señor y, por eso, renovamos nuestra esperanza y nuestro compromiso. Por eso, de nuevo, nos dirigimos a los gobernantes, a los partidos, a los miembros de la sociedad civil. Vuelvan a leer lo que escribimos hace diez años y, sobre todo, sigan leyendo, recogiendo datos, analizando nuestra realidad. Eviten eslóganes y concreten propuestas. Uno de los males de estos años ha sido el poner una confianza casi mágica en algunas palabras: constituyente, reelección, misión de apoyo, artículos pétreos A los responsables políticos, a los partidos, a cada uno de los elegidos para representar la soberanía del pueblo les pedimos que se dediquen con más fuerza a conocer mejor la realidad de nuestra Honduras; a estudiar la diversidad de propuestas de las ciencias sociales, jurídicas, económicas y éticas y que ejerzan su responsabilidades en conciencia y con transparencia. Dirigimos esa petición a todos pero especialmente a los que se reconocen como católicos y que, como tales, actúan en la vida pública.

Hemos meditado el mensaje que el Papa Francisco nos ha dirigido especialmente a los Obispos de América Latina, a través de la Carta enviada al final de los trabajos de la Pontifica Comisión para América Latina, sobre la participación pública del laicado en la vida de nuestros pueblos. Por eso, el llamado anterior va especialmente dirigido a los católicos con tareas en las estructuras políticas que rigen nuestra convivencia. A ellos y a cada uno de los bautizados les recordamos que. Hoy en día señala el Papa en su Carta muchas de nuestras ciudades se han convertidos en verdaderos lugares de supervivencia. Lugares donde la cultura del descarte parece haberse instalado y deja poco espacio para una aparente esperanza. Por esta razón, constatamos con el Santo Padre que ahí encontramos a nuestros hermanos, inmersos en esas luchas, con sus familias, intentando no sólo sobrevivir, sino que en medio de las contradicciones e injusticias, buscan al Señor y quieren testimoniarlo.

Y también con el Papa nos preguntamos, junto a nuestros presbíteros: ¿Qué significa para nosotros, pastores, que los laicos estén trabajando en la vida pública? Significa buscar la manera de poder alentar, acompañar y estimular todo los intentos, esfuerzos que ya hoy se hacen por mantener viva la esperanza y la fe en un mundo lleno de contradicciones, especialmente para los más pobres.

Al terminar este Jubileo de la Misericordia queremos dar gracias por los esfuerzos que el santo pueblo de Dios ya hace para poner en práctica entre nosotros las obras de misericordia. Queremos alentar y estimular esos esfuerzos. Queremos acompañar el permanente discernimiento que nos lleve a un amor eficaz y transformador de las injusticias. Queremos, ahora, insistir en la llamada a seguir profundizando en la exigencias de una caridad política que nos convoca a todos a la reflexión y a la acción para no dejarnos llevar por fáciles eslóganes de la publicidad sino a discernir y a optar conscientemente.

Sólo podremos hacer un discernimiento político válido y eficaz manteniéndonos cerca de los más pobres y con los más pobres. Desde ellos valoraremos las propuestas de los responsables políticos; junto a ellos exigiremos información veraz y cumplimiento de programas y proyectos; con ellos soñaremos y abriremos puertas a la esperanza.

A veces esta llamada a la caridad política se interpreta como exclusión o desprecio de unas “obras de misericordia” que hemos recordado constantemente en este jubileo y que seguirán urgiéndonos. La tensión entre misericordia y justicia se manifiesta cuando parecemos obligados a optar por una u otra. Sin embargo, como recuerda la Bula Misericordiae Vultusno son dos momentos contrastados entre sí sino un solo momento que se desarrolla progresivamente hasta alcanzar su culmen en la plenitud del amor”, (MV 20). Por eso, junto al llamado a abrir caminos de justicia invitamos a todas las comunidades cristianas a seguir escuchando y atendiendo el dolor, el hambre y la sed, la enfermedad inadecuadamente atendida, el sufrimiento por tener que ser extranjero en medio de riesgos y rechazos, el deseo y necesidad de rehabilitación cuando se cometen errores y se genera dolor, el clamor por un respeto a la dignidad en el trabajo, en la vida y en la muerte. Necesitamos continuamente comprometernos a entrar en las llagas de Jesús para tocar al Dios vivo. Unas llagas que se hacen más profundas en el espíritu, por la ignorancia, por el miedo, por la tristeza, por la impotencia ante abusos y rechazos, por la incapacidad para dar y recibir perdón, por el sentimiento de estar abandonados por Dios.

Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. Guiados por su Espíritu clamamos: ¡Padre, venga tu reino! Llevados por ese mismo Espíritu nos comprometemos a salir cada día de nosotros mismos e ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios! A todos, creyentes y lejanos, pueda llegar el bálsamo de la misericordia como signo del Reino de Dios que está ya presente en medio de nosotros”, (MV 5).

Que María, Madre de la Misericordia, nos acompañe en nuestro caminar.

CONFERENCIA EPISCOPAL DE HONDURAS
Tegucigalpa, M.D.C.,
12 de octubre de 2016.