Tuesday, June 11, 2013

Los Claretianos sobre eventos en Atlántida, Honduras

La Congregación de Misioneros Claretianos en Centroamérica, ante los la mentables sucesos ocurridos en las comunidades del sector Florida en el Departamento de Atlántida, Honduras,  en relación a la exploración y extracción minera, que empresarios inescrupulosos pretenden realizar de manera inconsulta y arbitraria, en abierta violación a los derechos humanos de los campesinos y en perjuicio de la biodiversidad y el ambiente,denunciamos ante la faz del país lo siguiente:
  1. Repudiamos el clima de desasosiego que impera en las comunidades propiciado por elementos armados a sueldo que atemorizan y hostigan a quienes se oponen a tan nefasto proyecto, así como la participación de la Policía Nacional en la represión y persecución emprendida contra los dirigentes de las comunidades campesinas que se organizan para rechazar este proyecto minero.
  2. Exhortamos a las autoridades civiles a cumplir con su deber de someter a consulta e informar a la ciudadanía de los proyectos que puedan impactar a las comunidades y cuyas consecuencias podrían originar daños irreparables al medio ambiente.
  3. Responsabilizamos de cualquier atentado contra la vida e integridad física del sacerdote César Espinoza misionero de nuestra Congregación, y a los dirigentes de las respectivas comunidades, al empresario Lenir Pérez  y a su grupo de trabajadores y hombres armados asalariados que siembran la zozobra y la intranquilidad, amedrentando y hostigando a la población civil inerme. Deploramos la soberbia de este empresario que afirma que expulsará del país al P. César Espinoza por el hecho de ser extranjero y sentir que su trabajo pastoral atenta contra sus intereses económicos.
  4. Ratificamos que la relación del P. César Espinoza con las comunidades del sector Florida se enmarcan en el Evangelio de Jesús, la Doctrina Social de la Iglesia, el Magisterio de la Iglesia Latinoamericano y las directrices de nuestra Congregación Religiosa. La actuación del P. César, se enmarca dentro del compromiso cristiano y como pastor de las comunidades que se le ha encomendado, frente a situaciones que requieren el acompañamiento cristiano y humanitario de misioneros como él, ante evidentes violaciones contra los derechos humanos de las personas y de las comunidades. Afirmamos que su praxis pastoral se enmarca en la praxis pastoral de Jesús que anunció el Reino de Dios: reino de vida, fraternidad e igualdad para todos. Y en las palabras de Jesús que nos dice: “Yo he venido al mundo para que tengan vida en abundancia” (Jn10,10). Por lo tanto, como Congregación Religiosa establecida por más de 40años en Honduras, y de manera particular, en el Departamento de Atlántida, nos solidarizamos, apoyamos y respaldamos el trabajo misionero que realiza el Padre César Espinoza, CMF, en esa región.
  5. Solicitamos la realización de una exhaustiva investigación judicial a las autoridades competentes del Ministerio Público y la Defensoría de los Derechos Humanos a fin de que se identifique alos autores intelectuales y materiales, responsables de los hechos de violencia acaecidos recientemente, de manera que sus delitos no queden impunes y sean sancionados ejemplarmente conforme la ley.
  6. Demandamos al Gobierno Nacional promueva la apertura de las instancias de diálogo, y que exija a las autoridades municipales mayor transparencia en sus actuaciones públicas, anteponiendo los intereses del pueblo por encima de los intereses corporativos de la gran minería; de igual modo, que se inicie cuanto antes el debate con una participación amplia de las organizaciones, sectores y comunidades que se oponen a la minería.
  7. Hacemos nuestras y constatamos las palabras expuestas durante la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano celebrada en Aparecida, Brasil (30 de mayo de 2007): “En las decisiones sobre riqueza de la biodiversidad y de la naturaleza, las poblaciones tradicionales han sido prácticamente excluidas”. En tal sentido, expresamos nuestra preocupación ante la radicalización y exacerbación del conflicto minero, que tiende acriminalizar la protesta como mecanismo coercitivo para silenciar la voluntad de la población que se opone a la apertura de yacimientos mineros, en los territorios que han ocupado tradicionalmente.
  8. Consideramos importante implementar cuanto ante mecanismos de consulta entre las partes involucradas, en donde corresponderá al Estado mediar a través de  sus instituciones y garantizar la paz social y la justicia.

Dado en el Municipio de Tela, el 10 de junio de 2013.

PROVINCIA DE LOS MISIONEROS CLARETIANOS DE CENTROAMÉRICA

Monday, June 10, 2013

Felices los pobres

Felices los que tiene espíritu de pobre...
Mateo 5, 3

Un comentario profundo sobre el texto de Mateo sobre la pobreza se encuentra en el documento sobre "La Pobreza", de la reunión de los obispos latinoamericanos en Medellín en 1968:

 
4 Debemos distinguir:

a) La pobreza como carencia de los bienes de este mundo es, en cuanto tal, un mal. Los profetas la denuncian como contraria a la voluntad del Señor y las más de las veces como el fruto de la injusticia y el pecado de los hombres;

b) La pobreza espiritual es el tema de los pobres de Yavé [Cf. Sof 2, 3; Lc 1, 46-55]. La pobreza espiritual es la actitud de apertura a Dios, la disponibilidad de quien todo lo espera del Señor [Cf. Mt 5, 3]. Aunque valoriza los bienes de este mundo, no se apega a ellos, y reconoce el valor superior de los bienes del Reino [Am 2, 6-7; 4, 1; 5, 7; Jer 5, 28; Miq 6, 12-13; Is 10, 2 et passim].

c) La pobreza como compromiso, que asume, voluntariamente y por amor, la condición de los necesitados de este mundo para testimoniar el mal que ella representa y la libertad espiritual frente a los bienes, sigue en esto el ejemplo de Cristo que hizo suyas todas las consecuencias de la condición pecadora de los hombres [Cf Fil 2, 5-8] y que "siendo rico se hizo pobre" [2 Cor 8, 9], para salvarnos.

5 En este contexto una Iglesia pobre:

- Denuncia la carencia injusta de los bienes de este mundo y el pecado que la engendra;

- Predica y vive la pobreza espiritual, como actitud de infancia espiritual y apertura al Señor;

- Se compromete ella misma en la pobreza material. La pobreza de la Iglesia es, en efecto, una constante de la Historia de la Salvación.

6 Todos los miembros de la Iglesia están llamados a vivir la pobreza evangélica. Pero no todos de la misma manera, pues hay diversas vocaciones a ella, que comportan diversos estilos de vida y diversas formas de actuar. Entre los religiosos mismos, con misión especial dentro de la Iglesia en este testimonio, habrá diferencias según los carismas propios.

7 Dicho todo esto, habrá que recalcar con fuerza que el ejemplo y la enseñanza de Jesús, la situación angustiosa de millones de pobres en América Latina, las apremiantes exhortaciones del Papa y del Concilio, ponen a la Iglesia Latinoamericana ante un desafío y una misión que no puede soslayar y a los que debe responder con diligencia y audacia adecuadas a la urgencia de los tiempos.

Cristo nuestro Salvador, no sólo amó a los pobres, sino que "siendo rico se hizo pobre", vivió en la pobreza, centró su misión en el anuncio a los pobres de su liberación y fundó su Iglesia como signo de esa pobreza entre los hombres.

Siempre la Iglesia ha procurado cumplir esa vocación, no obstante "tantas debilidades y ruinas nuestras en el tiempo pasado" ["Ecclesiam suam" 50]. La Iglesia de América I atina, dadas las condiciones de pobreza y de subdesarrollo del continente, experimenta la urgencia de traducir ese espíritu de pobreza en gestos, actitudes y normas que le hagan un signo más lúcido y auténtico de su Señor. La pobreza de tantos hermanos clama justicia, solidaridad, testimonio, compromiso, esfuerzo y superación para el cumplimiento pleno de la misión salvífica encomendada por Cristo.

La situación presente exige, pues, de obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, el espíritu de pobreza que "rompiendo las ataduras de la posesión egoísta de los bienes temporales, estimula al cristiano a disponer orgánicamente la economía y el poder en beneficio de la comunidad" [Pablo VI, 23/08/68].

La pobreza de la Iglesia y de sus miembros en América Latina debe ser signo y compromiso. Signo del valor inestimable del pobre a los ojos de Dios; compromiso de solidaridad con los que sufren.